Ayer en la televisión vi un capítulo del programa americano “Cambio Radical: Perdiendo Peso” en el canal DKISS. Es un programa en el que un entrenador personal, Chris Powell, elige a una persona obesa de todas las que han escrito al programa para participar, e inicia con esta persona un proceso de adelgazamiento durante un año. El concursante elegido pasa por una serie de pruebas médicas, por unas clases de cocina para aprender nociones de nutrición saludable, y durante los primeros tres meses Chris Powell dedica todo su tiempo a entrenarle y enseñarle unas rutinas de ejercicios físicos que el concursante va a tener que llevar a cabo, él solo, durante los nueve meses restantes. Hay un pesaje cada tres meses y unos objetivos que cumplir, con una serie de recompensas y regalos que sólo se consiguen al alcanzar los objetivos propuestos.
Pues bien, el programa de ayer me llamó especialmente la atención. La concursante no era de las más obesas que habían participado en “Cambio Radical”, pero sí que era la más triste y angustiada que había visto hasta ahora. Ella se llamaba Jami, tenía 28 años y había sido adoptada por una mujer americana cuando era una niña de dos años y su madre biológica ya no podía hacerse cargo de ella en Santiago de Chile.
Jami estaba deprimida, angustiada, se sentía muy infeliz siendo obesa pero no era capaz de adelgazar porque no encontraba la motivación necesaria. La relación con su madre adoptiva era muy fría; ella se culpabilizaba de todo a sí misma y se castigaba comiendo en exceso alimentos que no eran saludables. Ella confesó, al principio del programa, que incluso se sentía culpable porque Chris Powell la hubiera elegido para el reto de “Cambio Radical” y que su mayor miedo era decepcionar a Chris. Jami era una persona angustiada por la culpa y se bombardeaba constantemente con pensamientos negativos, no se valoraba en absoluto y buscaba la aprobación externa porque no se quería nada a sí misma.
El mayor cambio que surgió en Jami durante el transcurso de ese año, en el que se iba monitorizando cada tres meses su pérdida de peso, no fue físico, sino psicológico. Desde el momento en que decidió cambiar su manera de pensar y darse un voto de confianza a sí misma, su cambio psíquico vino sin duda acompañado por un tremendo cambio físico. No recuerdo exactamente cuántos kilos adelgazó, pero lo más importante es que se reencontró consigo misma, recuperó la confianza perdida y el pesaje final lo hizo en bikini, ya que por fin se sentía orgullosa de su cuerpo. Fue un cambio extraordinario.
¿Qué hizo cambiar tanto la actitud de Jami? ¿Cuáles son los factores del éxito en un cambio tan radical?
Muchas veces pensamos que para llevar a cabo un gran cambio en nuestra vida hay que hacer grandes cambios en nuestros hábitos, pero olvidamos que para llegar a una meta , por muy difícil que nos parezca, sólo es necesario dar un pequeño paso, luego otro, y otro más, hasta alcanzar el objetivo final. Por muy poco que avancemos, si lo hacemos en la dirección adecuada, finalmente llegaremos irremediablemente a nuestro destino. Es como si quieres ir desde tu casa hasta la ciudad de Teruel; aunque avances sólo cinco metros al día, si continúas caminando, al final llegarás a Teruel, antes o después, pero llegarás. Lo importante es ajustar bien la brújula y saber la dirección exacta a la que quieres llegar.
Jami empezó con un cambio aparentemente pequeño, pero muy poderoso. Ella vivía enfocada hacia los demás, hacia las necesidades ajenas, porque buscaba desesperadamente que la quisieran, y su estrategia para conseguirlo era complacer a los demás. Pero buscando la aprobación externa se había olvidado de complacerse a sí misma y se había perdido en el camino, ganando mucho peso. Entonces cambió su foco y lo dirigió hacia sí misma, preguntándose antes de cualquier acción: “¿Qué es lo que yo quiero?” “¿Qué es lo que a mí me hace feliz?”. Usando esas dos preguntas como brújula, empezó a priorizar lo que era más importante para ella, intentando que la opinión negativa de las personas de su alrededor no le afectara demasiado e intentando aceptar que los demás tienen el derecho a ser como ellos quieran y también están en su derecho de no aceptarte o quererte si no les caes bien. Así que el primer lastre que Jami se quitó de encima fue emocional, dejando de responsabilizarse por los demás y pasando a responsabilizarse únicamente de ella misma.
El otro factor indiscutible del éxito es el compromiso con el objetivo. Hay que comprometerse a no abandonar, hay que priorizarlo en nuestra vida y dedicarle tiempo y atención. Las cosas no van a cambiar por sí solas, pero si hacemos un hueco para incorporar un hábito nuevo a nuestra rutina, como hacer ejercicio físico X veces por semana, y nos comprometemos a hacerlo pase lo que pase, entonces no habrá nada que nos impida conseguir nuestra meta. Y si fallamos, si nos caemos, pues volvemos a levantarnos y seguimos caminando en la dirección correcta. Porque somos humanos y nadie dijo que conseguir nuestro objetivo fuera fácil.
Con este post sólo quiero que te hagas consciente de que si tú quieres conseguir algo y te comprometes con tu meta, no hay nada ni nadie que te pueda detener. Y que detrás de un cambio físico hay detrás un gran cambio psicológico, pues lo importante no es conseguir lo que quieres, sino la persona en la que te conviertes mientras recorres tu camino. Al igual que son clave las enseñanzas que aprendes en los momentos en que crees que has fracasado; porque el fracaso, en realidad, no existe. Todo lo que nos ocurre nos hace aprender y crecer como personas; recuerda que lo que no te mata, te hace más fuerte.
Si quieres, puedes. Nadie te lo puede impedir.
¡Feliz fin de semana!