Visitar el Mar Muerto era uno de mis viajes deseados desde hacía años, y por fin lo hice realidad en octubre de 2016 junto a Luis, mi marido. Decidimos viajar por nuestra cuenta y alquilar un coche que nos permitiera tener cierta flexibilidad para visitar los lugares de interés cercanos. Jordania es un país de contrastes increíble que merece mucho la pena; de hecho, en el transcurso de nuestros seis días de viaje nos quedaron varios lugares a los que queríamos haber ido y que no nos dio tiempo a visitar. Eso nos da la posibilidad de volver a incluir Jordania en nuestra lista de viajes deseados y regresar en un futuro cercano. También me quedé con ganas de probar el mansaf, la comida típica jordana de arroz y carne, que tampoco tuvimos la ocasión de comer debido a una desafortunada anécdota que nos ocurrió la última noche, cuando un conocido jordano con quien quedamos a cenar no se portó con nosotros de manera educada y finalmente nuestra cena consistió en unos tristes menús del McDonald’s del aeropuerto de Amman.
Lo que sí hicimos fue visitar el Mar Muerto, famoso por sus propiedades únicas y su altísima salinidad. Además es el punto más bajo del planeta, pues está exactamente a 417 metros bajo el nivel del mar. Se puede visitar únicamente desde los dos países bañados por sus saladas aguas, Israel y Jordania. En nuestro caso preferimos viajar a la parte jordana por varios motivos; uno de ellos era porque me daba la oportunidad de practicar el árabe, y concretamente el dialecto jordano que aún no conocía (estudio la lengua árabe desde hace más de cinco años, es una de mis grandes pasiones además de viajar), y otro motivo eran los otros lugares de interés del país que también queríamos visitar, como el desierto de Wadi Rum y la preciosa ciudad roja de Petra.
La elección del hotel fue sencilla. Hay una zona turística junto al Mar Muerto que está plagada de hoteles de lujo como el Hilton, el Marriot, el Moevenpick o el Kempinski, todos ellos con una gran fama internacional que les precede. Por motivos laborales mi marido ya estuvo alojado en el hotel Marriot del Mar Muerto en el año 2007 durante una semana, y le encantó; su única condición para regresar a esa zona era alojarnos en el mismo hotel. Por supuesto que eso no supuso ningún problema para mí, todo lo contrario… ¿quién no querría alojarse en un hotel tan exclusivo como el Marriot? Un capricho así no es barato, pero disfrutar de la vida tiene su precio, y sabe muy bien permitirse un lujo como ese de vez en cuando.
Llegamos al aeropuerto de Amman después del anochecer y decidimos quedarnos en un modesto hotel de la ciudad durante la primera noche. Fue una divertida odisea encontrar el hotel por nosotros mismos; mientras Luis conducía el coche de alquiler automático, yo me peleaba con el mapa y le iba indicando las carreteras y calles que debíamos tomar. Formamos un buen equipo y finalmente logramos llegar, descansamos lo suficiente y a la mañana siguiente pusimos rumbo al Mar Muerto. Me gustó comprobar que mi nivel de árabe era lo suficientemente bueno como para leer las indicaciones de las carreteras y no tuve que sacar el mapa ni una sola vez. Llegamos sin problema al destino disfrutando del paisaje diurno y observando con curiosidad las tiendas y locales que había junto a la carretera. Nos hizo mucha gracia mientras nos acercábamos al Mar Muerto cuando vimos que en las tiendas y gasolineras de la zona vendían flotadores enormes que tenían expuestos en el exterior, llenos de polvo. Eran los típicos flotadores redondos amarillos con un agujero en el centro y una cabeza de pato, pero de tamaño grande, que ya estaban hinchados esperando ser comprados por los turistas… “¿Flotadores para el Mar Muerto? Pero si no hace falta, porque en ese mar todo flota, no necesitas ningún flotador adicional”. Nos reímos mucho con esa anécdota.
Y finalmente llegamos al hotel Marriot. Estaba completamente lleno y nos costó encontrar aparcamiento. Resulta que era sábado, y los jordanos tienen la costumbre de ir a pasar el fin de semana al Mar Muerto con la familia. De hecho los hoteles tienen tarifas diurnas especiales para la gente autóctona que viene a pasar el día allí con los niños, que se bañan en el mar, en las piscinas, usan el WiFi del hotel y comen en los restaurantes. El hotel Marriot celebraba además ese fin de semana una fiesta preboda por todo lo alto y los invitados estaban alojados en el mismo hotel. Instalaron un escenario enorme y hubo un gran despliegue logístico con su catering, actuaciones y agentes de seguridad controlando la situación. Y yo que ni siquiera me había planteado que pudieran existir las fiestas preboda…
Yo no veía el momento de meterme en el Mar Muerto y descubrir lo que lo hace tan especial. Hay una serie de normas de obligado cumplimiento que conviene conocer antes de probar sus aguas tan especiales y beneficiosas para la salud, como no pasar más de 15 minutos seguidos dentro del mar, porque los minerales pueden dañar la piel, y por supuesto no sumergir la cabeza. Si una sola gota de agua entra en uno de tus ojos, es una sensación de picor insoportable; la concentración de sal es de 340 gramos por litro de agua. Realmente no puedes imaginártelo hasta que no lo experimentas por ti mismo, y es una experiencia increíble entrar en ese agua de consistencia aceitosa y hacer esfuerzos para sumergir tu cuerpo en ella, porque en ese mar la flotabilidad es máxima. Otra sensación que experimenté fueron los mareos al inhalar el aire mientras flotaba en el agua; la concentración de bromo es muy alta y respirar el aire saturado de ese mineral puede provocar mareos y náuseas (aún así dicen que resulta beneficioso para la salud).
La dinámica es la siguiente: entrar en el Mar Muerto y flotar en él no más de 15 minutos, sin alejarse demasiado de la costa para evitar que la corriente nos arrastre (resulta muy difícil nadar en esas aguas sin salpicarte en los ojos). Después hay que salir del agua y, si se desea, embadurnarse de barro mineral en la orilla, dejándolo secar en la piel, y volvernos a meter después en el agua durante 10 o 15 minutos más para aclarar el barro. Y antes de marcharnos de la playa, ducharnos bien con agua dulce para quitarnos la enorme cantidad de sal acumulada. La piel queda suave y sedosa, realmente es una experiencia única que merece la pena probar. ¿Te animas?
Si aún no has visitado el Mar Muerto, espero que este post te haya ayudado a imaginar cómo sería la experiencia de bañarse y flotar en él. Ya sabes que puedes dejarme tus comentarios usando el formulario de abajo.
Gracias por leerme y ¡feliz fin de semana!